El jardín de las celicias

El jardín de las celicias
Con todas estas recetas intento que la infancia de mis hijas, especialmente la de Almudena, sea un poquito más feliz.

jueves, 27 de febrero de 2020

OREJAS DE CARNAVAL




¡Carnaval, Carnaval...!

Y con él, la repostería tradicional española de estas fiestas, ¡con una oferta muy, muy amplia!
Ya os ponía en una entrada la receta de las flores de carnaval o flores manchegas, ¡que salen deliciosas!
Pues hoy quiero que probéis estas "orejas", un dulce típico de varias regiones de España, entre ellas Galicia, Asturias, Castilla la Mancha... De ésta última es la receta, pues la abuela de Tatiana, del blog ahorasingluten, es la que solía hacer. Quiso compartirla generosamente conmigo y eso es algo que le agradezco infinito. Similares a los famosos pestiños andaluces o extremeños, pero con ligeros matices.
La receta requiere cierta previsión, pues la masa debe reposar al menos 2 horas.
La única complicación es estirar la masa sin que se nos pegue al rodillo o a la superficie de trabajo, algo que se consigue espolvoreando con harina, pero ya veremos que no hay que abusar.

INGREDIENTES: (para unas 30-40 orejas, dependiendo del tamaño)

- 2 huevos
La medida de los huevos cascados dentro de un vaso será la que marque la cantidad del resto de ingredientes.
- La misma medida de agua
- La misma medida de vino blanco, aguardiente o anís
- La misma medida de aceite de oliva
- La misma cantidad de gaseosa
- Un par de cucharadas de azúcar
- Una pizca de sal
- Una cáscara de limón o de naranja
- 450g de harina de arroz
- 150g de almidón de maíz
- 1 punta de cuchillo de goma Xantana
- 1 cucharada de Psyllium

Aceite para freír, el de vuestra preferencia

Azúcar y canela para el rebozado final


ELABORACIÓN:  

Como os decía más arriba, la medida de los huevos en un vaso será la medida que utilicemos para el resto de ingredientes. Yo hice el doble de receta porque quería que me saliesen para regalar a la familia. Aún así, me sobró y la tengo en el congelador. Cunde muchísimo.


Ponemos el aceite a calentar junto con la cáscara del cítrico elegido, para que se aromatice. No debe calentarse en exceso, y mucho menos humear. Reservamos.
Mezclamos las harinas junto con el Psyllium y la Xantana. Tatiana me dijo que ella usó un mix para hacerlas, de ahí que yo optase por poner estos dos mejorantes. Quizá hubiesen quedado igual de bien sin ellos, pero a sabiendas de que tenía que manipular mucho la masa, decidí ponérselos. Reservamos la mezcla.
Ponemos en un bol los huevos y a continuación todos los ingredientes líquidos, medidos con el vaso a razón de lo que ocupaban en él los huevos.
La gaseosa se pone en último lugar, y ya veréis cómo comienza a formarse una espuma y hace un ruidito muy peculiar...




Quise hacer la elaboración completa a mano, como hacían las abuelas (utilicé solo un batidor danés, "Dough Whisk"), pero podéis utilizar si queréis un robot de cocina.
Añadimos la mezcla de harina y mejorantes pero no de una vez, sino poco a poco, removiendo bien, sabiendo que quizá no necesitemos toda. Es una de estas recetas de abuela, "lo que pida de harina", pero aún así he querido poner una cantidad orientativa.
Cuando ya no podamos remover con el batidor, utilizaremos las manos para amasar. Seguiremos añadiendo harina hasta que la mezcla no se nos pegue a las manos. En ese punto, estará lista. Si nos sobra harina, podemos utilizarla para cualquier receta repostera: bizcocho, magdalenas, galletas... Si nos falta, añadiremos harina de arroz hasta conseguir la consistencia deseada.



Tapamos entonces con film transparente y dejaremos reposar un mínimo de 2 horas. Es importante tapar bien la masa o se resecará.

Transcurrido el tiempo de reposo, comenzamos a estirar las orejas. Cogemos trocitos pequeños de masa y alisamos con un rodillo o una botella de vidrio. Será necesario espolvorear la superficie de trabajo y el rodillo con un poco de harina. Si nos pasamos, la harina sobrante se quedará en el aceite y se quemará, así que es mejor ir echando poco a poco según vayamos necesitando, y sacudir bien las orejas antes de echarlas al aceite.
Las orejas deben quedar finíiisimas, todo lo finas que seamos capaces, pues ahí reside el éxito de la receta. No pude sacar ninguna foto porque estaba sola haciéndolas y tenía las manos muy sucias, pero mi hija que entró en la cocina me pudo hacer una para que veáis cómo debería ser la masa de fina.


Ya os digo que cuanto más finas, más crujientes, más se hincharán y más ricas. Unas orejas demasiado gruesas no saben bien. Después de hacerlas he sabido que si se aplastan un poquito con la yema de los dedos en algunos puntos, luego salen las burbujitas tan vistosas que vemos en algunas fotos. Es lo que pone Tati en su blog.

Debéis saber que se frien en unos pocos segundos, con lo que no se puede hacer y freír a la vez, pues el aceite se puede quemar si pasa mucho tiempo al fuego sin nada en su interior. Lo ideal es estirar una cantidad grande de orejas y freírlas y luego estirar el resto y hacer lo mismo.
Echamos una oreja sobre el aceite, que debe estar bien caliente pero sin humear. Cuando veamos que los bordes se doran (apenas tarda unos segundos), le damos la vuelta. Se deben freír de una en una.






Creo que no se aprecia muy bien en las fotos el tema del color. Lo que sí quiero que veáis es que se necesita gran cantidad de aceite, por ello es conveniente freírlas en un cazo o cacerola, un utensilio con fondo. Y siempre de una en una, para que no se enfríe el aceite. Parece que la costumbre es darles la vuelta con una aguja de hacer punto, yo se la dí con un tenedor, y las sacaba del aceite con una espumadera. Lo cierto es que hay que manejarlas con cuidado, son muy frágiles.

Sacamos del fuego y dejamos escurrir sobre un papel absorbente.

Como véis, la forma de mis orejas es algo anárquica. En realidad, era la primera vez que las hacía (emoji con la gota en la frente). ¡Pero el sabor es lo importante! Fueron muy agradecidas y se comieron enseguida, así que quedé contenta.

Para terminar, rebozamos en azúcar o en una mezcla de azúcar y canela, mucho mejor en caliente, pues se pegará mucho mejor. ¡Para esto ya llegaron mis niñas, les encanta!



Al comerlas, comprobamos que están huecas por dentro. Eso es sinónimo de que la masa estaba bien hecha, y de que se han frito bien.


Una receta tradicional, un sabor a puro Carnaval. Una reminiscencia de los recuerdos de cuando éramos niños... ¡Os animo a probarla!


(Aquí junto a las marionetas de papel que hicieron mis niñas en un taller de nuestra comunidad).

¡Nos vemos en la próxima!



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